4.21.2005

American Gothic

Christine no podía creerlo.

Volvía a estar allí, bajo la misma mugrienta carpa de colores raídos y lamparones de grasa donde fuera que mirase.

En la mas cutre y casposa feria de rarezas que había visto asomar por su pueblo, una noche mas, la quinta en una semana.

Mordiéndose la uñas mientras esperaba que el niño nutria acabase, no le importaba haber ido sola esta vez. Al fin y al cabo ya había arrastrado allí a todo el que conocía, y eso que conocía a mucha gente, demasiada a veces.

Pero debía verlo de nuevo. Debía ver al niño tríptico una vez mas antes de que marchara a otro pueblo. Al año siguiente quizás no viniese, es un hecho que ese tipo de personas no tienen una esperanza de vida que se pueda considerar alta.

Entre los astillados palquitos de madera de pino recordaba la de bromas que le surgieron la noche en que lo vio por primera vez.

"Tres narices! No lo invitaría a farla ni muerta!"
"Seis ojos! A saber donde pone las balas..."

Y así durante los 20 minutos escasos que duró aquel espectáculo. Sí, aquella noche había sido la estrella entre sus amigas, indiscutiblemente.

Pero no fueron aquellas chorradas lo que mas le fascinó del niño tríptico. Fue su expresión, la mirada de los dos únicos ojos que realmente utilizaba.

Las bromas de Christine eran en un tono lo suficiente alto como para que se enterase el afectado, se había dado cuenta a pesar de ir bien cocida, y a pesar de que las bromas del resto de folclórico público apenas dejasen oír algo. Y allí estaba él, con esa mirada llena de la inseguridad llamativa que da la consciencia. Aguantando de pie queriendo morirse, a cada segundo, con cada palabra. Ver aquello resultaba tan fascinante, que no podía ser mas que adictivo.

Finalmente, el niño tríptico salió a escena. Mas de lo mismo durante un tercio de hora. Christine no se había despegado las palmas de los mofletes siquiera un segundo, el sudor le caía por los antebrazos. Esa noche, por ser quizás la última, se había recreado en cada pequeño gesto de autohumillación consentida, en cada perla de vergüenza ajena.

Dejando atrás aquellos olores que solo una feria de pueblo puede tener, le encantaba la sensación de ir andando a casa recreándose en sus pensamientos y conclusiones. Poderosa, andando por el filo del bisturí. Cuando, justo al pasar el último de los adivinadores mecánicos, una voz dijo algo a su espalda. Naturalmente, no pudo hacer mas que volverse, no podía creerlo.

...

Rick estaba encantado.

Justo por cosas como aquellas se metió a ayudante de Sheriff. Y cuando se empezaba a arrepentir de su decisión, todo aquello.

Aunque llevaran apenas unos días muertos, el agua tan eutrofizada de la ciénaga había adelantado considerablemente el estado de descomposición de los cuerpos. Según los sacaban del agua amenazando con volcar la pequeña barca, parecían estar a punto de romperse, justo como se rompen las cosas mineralizadas y endebles.

Un poco después, ya en tierra y agobiado por aquellos enormes mosquitos de los manglares, Rick trataba de separar ambos cadáveres con el bolígrafo de Charlie (evidentemente). Parecía imposible apenas abrir una grieta entre los jodidos, hubiera jurado por la Virgen que estaban pegados con cola.

Entretenido y divertido pinchaba el negro amasijo una y otra vez, comprobando cuanto se hundía el boli, y a que demonios olía aquello ahora que por fin lo tenía al lado. Debía aprovechar antes de que llegasen los padres de una de las víctimas y empezasen los juegos de lágrimas y caras largas.

- Eh! Charlie!

- Qué!

Éste le respondió con su habitual inexpresividad, desde el improvisado apeadero.

- Sabes lo que les pasó a éstos?

- Ehhh... No. Creo.

Wow. Que sorpresa.

- No te lo vas a creer, muchacho. Resulta que una de esas aberraciones de feria un día explota como el monstruo que es y secuestra a una bonita pija de pueblo y la trae cerca de aquí, a la casa donde nació.

Hizo una pausa para quitarse las gafas y ver a una cría de caimán que salía de la entrepierna de uno de los cuerpos con su habitual expresión de extrañeza.

- Alucinante, no es cierto? Con sus incestuosos papis, y sus otros cinco hermanos tan feos y deformes como un polvo con una pigmea leprosa. Según cuentan cuando llegó ya la traía arrastrando, cogida de una de sus costillas como asa. Debió matarla en un forcejeo, supongo.

A esa altura de la historia los ojos de Charlie ya estaban abiertos como los de las lechuzas.

- Por lo visto, fue su propio viejo el que viendo lo que había hecho lo persiguió pegándole palazos hasta la ciénaga, donde el pobre bicho se tiro aferrado a ella como a un muñeco.
Y ahora... Míralos, parecen dos jodidos enamorados.

- No sé, Rick, por lo que cuentas no creo que ninguno de éstos llegase a saber lo que es el amor.


- Cada día eres mas idiota, que tendrá eso que ver con todo? Anda ayúdame a separarlos antes de que lleguen los padres de la chica. No me quiero ni imaginar como estará esto por dentro...

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

1:40 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

... vaya, todos tenemos nuestro pasado

4:57 p. m.  

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