2.01.2006

Credo

08/22/05

Creo en lamer tu cuello en el banco de una estación provinciana de tren, frente a las taquillas.

Creo en que me echen del bar de moda por consumir sustancias ilegales con una gran sonrisa y un apretón de manos.

Creo en tomar el sol desnudo y correr al mar en pelotas.

Creo en sentarme de madrugada en un bordillo seleccionado porque no hay sitio mejor, solo que los demás no lo saben.

Creo en seducir camareras y camareros por si acaso se sienten generosos.

Creo en subir escaleras mecánicas que bajan, y en bajar las que suben.

Creo en el conmigo no cuentes.

Creo en utilizar léxico en desuso o por inventar.

Creo en la pasta con tomate únicamente como recurso.

Creo en los mamíferos cómplices y su egoísmo familiar de toda la vida.

Creo en conversaciones con viejas balas perdidas.

Creo en descubrir una exposición por casualidad.

Creo en la gente que no se preocupa por convencerme de nada.

Creo en el reggaetón como bandera de algo que se está cociendo.

Creo en Stephen Hopkins y en el Universo.

Creo en visitar gente que está lejos por hacerlo, sin más.

Creo en no saber que decir.

Creo en el miedo.

Creo en el tiempo como sustancia de tres estados.

Creo en manipulaciones y entramados.

Creo en el por qué no y en el a ver qué pasa.

Creo en mi cama como el epicentro del placer intelectual.

Creo en fantasmas y hogares en ruinas.

Creo no pensar en no creer.

Creo en morbosos susurros al oído en la cola del super.

Creo en mesías televisivos de temporada.

Creo en detestar a los alternativos de barrio y su medio gas.

Creo en el vente para mi casa y pensamos algo para esta noche.

Creo en que jueguen conmigo.

Creo en China.


Creo en un mundo de estímulos, y en aceptar roles protagonistas o secundarios. Y creo en Virtualandia como semilla, nunca como estructura. Si la verdad está ahí fuera, el cambio también.