2.01.2006

Losers Game.

12/22/05

Cuando era aún más niñato de lo que soy ahora (y lo que me queda), me
encantaba participar en esas atracciones de feria en la que debías
encestar tres balones por aros llenos de trucos para obtener el peluche
para la niñata presente de turno.

Pues resulta que siempre metía los dos primeros balones, limpios, clavándolos, y, para sorpresea de todos, fallaba el tercero.

Pero es que lo podía intentar 20 veces (llegaban a pagarme las
partidas los otros niñatos alucinados ante tal situación) y todas con
el mismo resultado.

Parecía cosa de no poder soportar la presión, pero no era éso, era justo lo contrario, relajación absoluta.

Hoy sigo haciendo lo mismo, dejándome llevar ante la proximidad del
exito que pudiese perturbar el entorno. Como si competir a igualdad de
condiciones no fuese justo para los demás. Si la gente dedicaba 5 horas
a algo, yo me sentía impelido a dedicar 2 o 3.

Y no precisamente por tenerme sobrevalorado, más bien cómo si el
afán de superación me hubiese llevado a ésto. A un nivel en el que
encontrarse con la falta de competitividad.

A alcanzar una perspectiva tan general en el que el triunfo
personal no significase una mierda comparado la solidez del curso
natural de las cosas.

Y, de esta manera, tras dos años trabajando de toda porquería que
me iba saliendo, aún espero una nota para acabar la licenciatura. Y
tampoco es que me preocupe más allá de ser la llave que me conduzca a
un trabajo que me permita un tipo de vida que ando demandando desde
hace ya un tiempo.

Aunque siempre puede ser que esté enganchado a ésa delicia que es
el sentimiento romántico e idiosincracia de ser un perdedor, lo cual no
es descartable para nada. Que pocas cosas molan más que ser un hijo de
puta perdedor, lúcido y sombrío.

* Nacho Vegas - En la Sed Mortal